Transcurriendo por las venas la vida salía por el ánima dejando un espectro de ilusiones quemándose y evanesciéndose. Banales eran las caras y la lluvia me recitaba sus más grandes secretos y sus más tristes anhelos; el fuego seguía ardiendo.
La vida por fin huyó mientras que los suspiros gritaban pidiendo clemencia y no había voz, el sueño no podía respirar. El abismo se trago al amor, su noche nos inundo y su luz nos cegó con una vorágine de sentimientos ahítos de pasión.
Los cristales rotos desgarraban el pecho, el frio la alcanzo y sintió las astillas en la piel, la lluvia caía y los pétalos de rosas morían, la sangre lloraba y la noche cerraba los ojos. El día no despertaba, tampoco quería ser testigo.
El viento callado hablaba mintiendo perdón y las hojas cayendo danzaban frenéticamente mientras ardían los sueños, destrozándose haciéndose cenizas. La luna no quería mirar y su risa se apago. Las estrellas lamentando se escondieron y la noche no podía huir. El ánima fallecía lentamente mientras sentía el fuego ardiendo, el frio la paralizaba mientras la angustia despertaba apoderándose del infinito.
El horror seguía y esperando que quizá regresara el sol, la noche envolvió todo tragándoselo en el desierto del olvido. El viento no dejaba de ver el espectáculo regodeándose en el humo de la melancolía. El hielo ardiente perforo el corazón, las lagrimas se volvieron de cristal, sus frágiles ojos se rompieron dejando de existir y el ánima por fin murió.
-Danielle-